El asunto es sencillo usted y su pareja se inscriben por internet para ser grabados teniendo relaciones sexuales, tiempo después las cámaras llegan a su hogar les entrevistan, interrogan a sus vecinos, familiares o amigos, graban dos o tres de sus encuentros íntimos, los editan y cuando sale al aire el programa usted recibe de recompensa consejos de dos expertos para mejorar su vida sexual.
Esto que para algunos sonará descabellado es el formato del programa “The Sex Inspectors”* del Canal 4 británico, cuya primera temporada fue en otoño de 2004. Se une este a los programas tipo “reality show” que además de mostrar la miseria humana en la competencia tras el dinero, la fama y el poder ahora exploran los límites de la intimidad sexual, la convivencia familiar y la transformación física como en el caso de “Xtreme Makeover” en donde los cirujanos semanalmente dan cuchilla a cuanta fea se les atraviesa.
En una sociedad ávida de información causa escozor el encontrar este tipo de género televisivo, que se justifica porque la audiencia crece entre mas se va al fondo de la intimidad de las personas. Es por ello, que eventos personales como la muerte de Terri Shiavo y la agonía papal fueron transmitidas en vivo y en directo desde Estados Unidos y Roma por las cadenas de noticia como si fuera un “reality show”.
Molesta a quienes defendemos la dignidad humana que con fines de espectáculo y lucro, se mezclen la realidad y la ficción sin consideración alguna de la vida y honra de las personas. Con el fin exclusivo de generar ingresos es injusto con las personas acudir al morbo y no a la conmiseración o la solidaridad, valores necesarios y útiles en toda sociedad, para presentar la información de este tipo.
Frente al libertinaje televisivo que trafica con el dolor ajeno hay que contraponer como norma el respeto humano. Aunque no me declaro enemigo acérrimo de los realitys – de hecho he manifestado mi interés en participar en “Escuela Galán” uno que busca un joven líder político honesto – estoy en contra de la forma como se abusa de los participantes y su precariedad personal para saciar el morbo de la teleaudiencia.
No es preciso que los medios nos muestren una relación sexual para dar consejos sobre como tener mas y mejor sexo; tampoco es necesario presentar la desconexión de una persona muerta hace quince años para generar opinión en torno a la eutanasia; ni que se exponga a un líder mundial enfermo a esfuerzos inhumanos, para entregar una lección sobre el dolor y la muerte.
Las sociedades deberíamos estimular por los medios de comunicación social la curiosidad, esa sí , una de las actitudes humanas más benéficas que existen, por la cual avanzamos, aprendemos continuamente, nos interesamos por el entorno y desarrollamos habilidades adaptativas desde los inicios de la humanidad. Es hora que la llamada autorregulación que exigen los que tienen la vocación y profesión de informar sirva para transformar el mundo desde el cuestionamiento y la duda alrededor de las situaciones y retos que la vida de hoy nos presenta.
La curiosidad es humana, el morbo... inhumano.
Bogota D.C. 4 de abril de 2005
Esto que para algunos sonará descabellado es el formato del programa “The Sex Inspectors”* del Canal 4 británico, cuya primera temporada fue en otoño de 2004. Se une este a los programas tipo “reality show” que además de mostrar la miseria humana en la competencia tras el dinero, la fama y el poder ahora exploran los límites de la intimidad sexual, la convivencia familiar y la transformación física como en el caso de “Xtreme Makeover” en donde los cirujanos semanalmente dan cuchilla a cuanta fea se les atraviesa.
En una sociedad ávida de información causa escozor el encontrar este tipo de género televisivo, que se justifica porque la audiencia crece entre mas se va al fondo de la intimidad de las personas. Es por ello, que eventos personales como la muerte de Terri Shiavo y la agonía papal fueron transmitidas en vivo y en directo desde Estados Unidos y Roma por las cadenas de noticia como si fuera un “reality show”.
Molesta a quienes defendemos la dignidad humana que con fines de espectáculo y lucro, se mezclen la realidad y la ficción sin consideración alguna de la vida y honra de las personas. Con el fin exclusivo de generar ingresos es injusto con las personas acudir al morbo y no a la conmiseración o la solidaridad, valores necesarios y útiles en toda sociedad, para presentar la información de este tipo.
Frente al libertinaje televisivo que trafica con el dolor ajeno hay que contraponer como norma el respeto humano. Aunque no me declaro enemigo acérrimo de los realitys – de hecho he manifestado mi interés en participar en “Escuela Galán” uno que busca un joven líder político honesto – estoy en contra de la forma como se abusa de los participantes y su precariedad personal para saciar el morbo de la teleaudiencia.
No es preciso que los medios nos muestren una relación sexual para dar consejos sobre como tener mas y mejor sexo; tampoco es necesario presentar la desconexión de una persona muerta hace quince años para generar opinión en torno a la eutanasia; ni que se exponga a un líder mundial enfermo a esfuerzos inhumanos, para entregar una lección sobre el dolor y la muerte.
Las sociedades deberíamos estimular por los medios de comunicación social la curiosidad, esa sí , una de las actitudes humanas más benéficas que existen, por la cual avanzamos, aprendemos continuamente, nos interesamos por el entorno y desarrollamos habilidades adaptativas desde los inicios de la humanidad. Es hora que la llamada autorregulación que exigen los que tienen la vocación y profesión de informar sirva para transformar el mundo desde el cuestionamiento y la duda alrededor de las situaciones y retos que la vida de hoy nos presenta.
La curiosidad es humana, el morbo... inhumano.
Bogota D.C. 4 de abril de 2005