Por RICARDO MONTENEGRO-VÁSQUEZ*
Con esta frase comienzan habitualmente sus discursos aquellos que discriminan a quienes son parte del sector poblacional integrado por lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales (LGBTI). Es una manera decente de decir "existan, pero no nos pidan derechos"; "existan, pero no ejerzan su sexualidad"; "existan, pero limiten su afectividad".
En Colombia, con el trámite ante el Congreso para el reconocimiento de las uniones de parejas del mismo sexo, la discusión pública sobre los derechos LGBTI ha saltado a las primeras planas. Las bancadas del Partido Liberal, del Polo Democrático y algunas individualidades políticas han manifestado su apoyo a la propuesta.
En Colombia, con el trámite ante el Congreso para el reconocimiento de las uniones de parejas del mismo sexo, la discusión pública sobre los derechos LGBTI ha saltado a las primeras planas. Las bancadas del Partido Liberal, del Polo Democrático y algunas individualidades políticas han manifestado su apoyo a la propuesta.
Los aliados en la defensa de la diversidad sexual hablamos de la necesidad de otorgar igualdad de derechos a unos ciudadanos que los merecen por el mero hecho de serlo. Del otro lado, una serie de consideraciones más morales y religiosas que legales son el fundamento de exposiciones que ignoran la obligatoriedad de acatar el Estado laico, fruto de la democracia liberal.
A pesar de la aprobación en la Comisión I del proyecto en mención con 10 votos contra 5, preocupa esa segunda visión conservadora dentro del parlamento colombiano, la cual va en contravía de una realidad social. Lo peor es que los detractores se basan en argumentos usados en el pasado para no otorgar derechos a los indígenas, afrodescendientes y mujeres, en un país marcado por múltiples violencias y exclusiones.
Como hombre liberal socialdemócrata, defiendo y soy respetuoso de las íntimas convicciones religiosas, garantizadas dentro de la libertad de cultos. Pero al tiempo, considero necesario no quedarme callado frente la injusta manera como la sociedad trata a las y los homosexuales, al desconocerles como sujetos libres e iguales ante la Constitución y la ley.
Ninguna ideología o religión puede estar por encima de la defensa racional de los derechos fundamentales del individuo. Las personas LGBTI, como cualquiera, merecen la garantía de la vida, la educación, la salud, el empleo, el ejercicio de sus libertades políticas, el desarrollo de su vida en condiciones de dignidad y respeto incluyendo eso la posibilidad de conformar libre y responsablemente parejas y familias.
No buscan las normas favorables a la diversidad sexual "imponer una tendencia sexual que haga desaparecer la especie humana en 70 años" como dijo jadeante y esquizoide un senador cristiano en una delirante sesión congresional; sino que busca reconocer que existen unas personas que pagan impuestos, conforman parejas y por tanto SON sujetos de derechos y deberes por el mero hecho de ser ciudadanos.
Cuando una sociedad margina o condiciona el ejercicio de la libertad e igualdad a la que tienen derecho las personas, se entra en la esfera de los totalitarismos. En Colombia el no reconocimiento de las personas LGBTI ha llevado a su aislamiento, su señalamiento y a circunstancias lamentables como el matoneo o bullying lo cual les deja en condiciones de vulnerabilidad social.
Más que declaraciones políticamente correctas con escondida homofobia entre líneas, lo que se necesitan desde el Estado son acciones afirmativas y eficaces en defensa del libre desarrollo de la gente.
¡A personas iguales, derechos iguales!
@r_Montenegro
*Abogado, excandidato a la Cámara por el Atlántico
Columna publicada 12-12-12 en www.olapolitica.com
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